He conocido a Gerardo Laveaga en tres contextos. En lo académico, como estudiante me acerqué a su obra por las aportaciones que a la ciencia jurídica ha hecho. Es un destacado jurista.
En lo profesional, ambos como titulares de órganos garantes de transparencia, compartimos experiencia en un momento definitorio para el Derecho de Acceso a la Información. En la literatura, como escritor e intelectual que nos ofrece en sus novelas placenteras narrativas.
Hace años, once para ser exacto, comencé a leer una novela que encontré alguna de esas tardes que dedico a curiosear en alguna librería, “El sueño de Inocencio”. Esta obra atrajo inmediatamente mi atención por dos razones: la primera, que Inocencio III es uno de los personajes que ha marcado la historia de occidente como el Papa que institucionalizó y consolidó la iglesia católica. La otra, porque siempre he sido un convencido de que la formación del abogado debe ser integral, y la literatura y el derecho tienen una gran relación. Me resultaba sumamente atractivo leer lo que en términos literarios un abogado nos ofrecía.
He de confiarles que fue una grata y satisfactoria experiencia. Es “El sueño de Inocencio” una novela de la que guardo un grato recuerdo. Fue un libro que me atrapó desde el inicio y que generó nostalgia a su conclusión. Una novela con esas características me predispone a pensar bien de quien escribe y estar expectante para leerle nuevamente.
A invitación de Gerardo Laveaga tuve el honor y privilegio de presentar su última obra: “Sí tu quieres, moriré”. Este libro, al igual que el anterior, pertenece a un subgénero narrativo que en lo particular disfruto mucho, la novela histórica.
En sí, la novela es un genero maravilloso que nos ofrece infinidad de posibilidades y, bajo una buena narrativa, la lectura resulta entretenida y apasionante, además de brindar un placer estético.
La novela histórica agrega un elemento más. Hace una narrativa de un momento concreto del pasado, utilizando hechos y personajes de la época. Resulta en una experiencia enriquecedora que combina el ejercicio de la lectura con un viaje al pasado.
Para el filósofo Húngaro Lukács, la novela histórica tiene como propósito principal ofrecer una visión verosímil de una época histórica, en la que han de utilizarse hechos verídicos. Se conjuga la imaginación con los hechos del pasado.
Este ejercicio exige del autor no solamente una habilidad narrativa, sino además, gran preparación documental y erudita. Es un trabajo complejo que bien realizado nos lleva a una experiencia maravillosa. Y eso, Gerardo Laveaga lo logra en la obra que nos ocupa.
En ella nos habla de uno de los momentos trascendentales de México. De los albores de la conformación política y las definiciones de nuestro país. Del periodo posterior a la Independencia.
Todos conocemos la narrativa oficial. El primer ejercicio independentista que resultó en imperio. Los grandes debates entre centralistas-monárquicos contra federalistas-liberales. Las opciones entre el naciente modelo del vecino país del norte o el desgastado concepto Europeo. Momentos de esperanza y desazón. Tiempos convulsos los que vivió esta Nación en sus albores. Periodo en el que reinó la anarquía.
Es la mexicana una historia de claroscuros, que si bien tiene momentos de gloria, parecen más los aciagos. Pero ¿Quién, cuando repasa la historia no se ha preguntado qué hubiera pasado si los hechos se hubieran tornado distintos? ¿Si la causalidad hubiera actuado de otra forma?¿Si los personajes del pasado hubieran tomado otras decisiones? Preguntas válidas que nos acompañan cuando existe el anhelo de que las cosas hubieran sido distintas. Finalmente la vida es circunstancial.
Se dice que la “Historia la escriben los vencedores”, pero los novelistas también hacen lo propio. Laveaga lo demuestra al presentarnos la “novela del México que pudo ser”. Haciendo gala de conocimiento histórico y una selección adecuada de personajes, nos presenta otras circunstancias que de haber ocurrido México sería distinto.
Desde la narración de una dama desconocida, Gerardo nos lleva de la mano de Valentín Gómez Farías y Lucas Alamán por un nuevo escenario, en donde tomando hechos del pasado y haciendo gala de una impecable narrativa, presenta un México que no sin problemas y traiciones, se convierte en un ejemplo y potencia mundial. En un México que seguro estoy todos hemos deseado.
Además, este libro tiene la virtud de la oportunidad, ya que en algunos espacios ofrece planteamientos y situaciones que nos hace pensar en nuestro presente y plantear nuestro futuro. En ocasiones pareciera una guía o una advertencia. Tiene escalofriantes parecidos con nuestra actualidad nacional.
Es sin duda este un libro que disfruté y me permito recomendar. Es un texto entretenido y digerible, que no por ello sacrifica la calidad y el rigor en la técnica narrativa. Vaya una invitación para que lo adquieran y disfruten. Que le demos vida a las letras por medio de la literatura y fortalezcamos nuestra cultura. Que encontremos en esta obra no solo un espacio para disfrutar, sino puntos de reflexión que nos sirva en la vida práctica. Finalmente, la literatura es un reflejo de la realidad.